El hallazgo, realizado en ratones y publicado en la revista Nature, ofrece nuevas claves para evitar el deterioro de las células madre que regeneran los músculos y el cerebro.

La clave estaba en los ratones más ancianos, los de 28 meses de vida, el equivalente a una persona de 75 años de edad. Generalmente, los investigadores se conforman con estudiar el envejecimiento de los ratones de laboratorio hasta los 20 o 24 meses pero el equipo de la científica española Pura Muñoz esperó un poquito más. “Fue una sorpresa no buscada”, señala la investigadora de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, feliz de que su hallazgo haya logrado colarse en una de las publicaciones científicas más relevantes, la revista Nature. Y no es para menos, dado que el estudio de Muñoz y su equipo que se publica en su último número ofrece una pista esencial para dar marcha atrás al envejecimiento de los músculos -y quizá otro tipo de tejidos, como las neuronas- y abre la puerta a importantes avances en la medicina regenerativa.

“Este trabajo sienta principios para combatir la fragilidad de las personas de la tercera edad, cuyos músculos se deterioran y no son capaces de recuperarse tras una caída, por ejemplo”, explica Muñoz. Y reconoce que el mecanismo que describen en su estudio puede servir para ir más lejos: “Es verdad que puede ayudar a descubrir cosas nuevas. Lo que describimos para células musculares es extensible a células de otro tipo”. En concreto, se refiere al mecanismo que lleva a las células madre -esas que permanecen latentes y se activan para regenerar tejidos dañados- a quedar atrofiadas e incapaces de echar un cable en el organismo. Por eso, lo que proponen puede arrojar luz no sólo para mejorar el estado físico de las personas, sino también para la investigación en enfermedades neurodegenerativas.

El mecanismo que describen comienza por desmontar una idea que hasta ahora se daba por buena: el envejecimiento de las células madre va asociado a su entorno. Es decir, se echan a perder cuando el tejido que habitan envejece. Según estudios previos de Stanford y Harvard, cuando se trasplantaban células madre viejas a tejidos jóvenes, recuperaban su capacidad regenerativa. En cambio, el equipo de la Pompeu Fabra fue más paciente y esperó hasta que los ratones eran realmente ancianos.

Al tratar de reproducir los logros norteamericanos en células madre de esa edad descubrieron que ya no era posible. Que hay un punto de no retorno a partir del cual la célula madre ya es demasiado vieja y resulta irrecuperable. “El ambiente ya no lo era todo”, resume Muñoz, “gracias a que tuvimos la paciencia de esperar, a pesar de lo caros que son los hoteles en los que se guardan los ratones”.

Y así, poniendo en duda un axioma establecido por las mejores universidades, dieron con la primera de las claves de su trabajo. A partir de ahí, se centraron en buscar qué sucedía en estas células madre desde que son jóvenes hasta que alcanzan el deterioro irrecuperable, buscando un gen que se activara y que explicara de algún modo ese punto de no retorno. Y allí apareció el gen P16, un viejo conocido de los investigadores sobre envejecimiento y tumores. Se trata de un actor asociado al envejecimiento celular desde hace años y no fue una sorpresa encontrarlo en células madre ajadas por la edad.

El siguiente paso, por lógica, fue el de silenciar a P16 para ver qué ocurría: y en efecto, cuando se impedía actuar a este gen, las células madre musculares no sufrían ese dramático declive a partir de los 28 meses, en la senectud del ratón del laboratorio. Es decir, pueden regenerarse por muy ancianas que sean, señalando el camino para muchos campos de la medicina regenerativa muscular. “Eso es todo”, zanja humilde Muñoz, líder de un estudio que cuenta con el trabajo destacado de Pedro Sousa-Victor, Antonio Serrano y Eusebio Perdiguero.

“No se habían estudiado hasta ahora estas células geriátricas”, apunta la investigadora, especializada en entender cómo funciona el músculo esquelético, que da forma a la mayor parte del cuerpo humano, para comprender cómo falla. Estas investigaciones que publica Nature se han realizado en músculos de las patas de los ratones, donde los procesos celulares son “perfectamente imitables” a los que se dan en los tejidos humanos.

Este estudio de la Pompeu Fabra va en consonancia con otros trabajos que se están publicando en estos momentos sobre las claves para la recuperación de órganos importantes. Y, por tanto, tiene múltiples lecturas de futuro. “Abre más preguntas que respuestas, muestra pasos para mejorar la regeneración en personas frágiles y dependientes como los ancianos”, reconoce Muñoz, sin dejar de insistir en que estos logros futuros “no están a un paso, están a muchos pasos, y ya se encargarán otros laboratorios”.

DESCUBREN UN MECANISMO PARA EVITAR EL ENVEJECIMIENTO MUSCULAR

20 julio 2014

DESCUBREN UN MECANISMO PARA EVITAR EL ENVEJECIMIENTO MUSCULAR

El hallazgo, realizado en ratones y publicado en la revista Nature, ofrece nuevas claves para evitar el deterioro de las células madre que regeneran los músculos y el cerebro.

La clave estaba en los ratones más ancianos, los de 28 meses de vida, el equivalente a una persona de 75 años de edad. Generalmente, los investigadores se conforman con estudiar el envejecimiento de los ratones de laboratorio hasta los 20 o 24 meses pero el equipo de la científica española Pura Muñoz esperó un poquito más. “Fue una sorpresa no buscada”, señala la investigadora de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, feliz de que su hallazgo haya logrado colarse en una de las publicaciones científicas más relevantes, la revista Nature. Y no es para menos, dado que el estudio de Muñoz y su equipo que se publica en su último número ofrece una pista esencial para dar marcha atrás al envejecimiento de los músculos -y quizá otro tipo de tejidos, como las neuronas- y abre la puerta a importantes avances en la medicina regenerativa.

“Este trabajo sienta principios para combatir la fragilidad de las personas de la tercera edad, cuyos músculos se deterioran y no son capaces de recuperarse tras una caída, por ejemplo”, explica Muñoz. Y reconoce que el mecanismo que describen en su estudio puede servir para ir más lejos: “Es verdad que puede ayudar a descubrir cosas nuevas. Lo que describimos para células musculares es extensible a células de otro tipo”. En concreto, se refiere al mecanismo que lleva a las células madre -esas que permanecen latentes y se activan para regenerar tejidos dañados- a quedar atrofiadas e incapaces de echar un cable en el organismo. Por eso, lo que proponen puede arrojar luz no sólo para mejorar el estado físico de las personas, sino también para la investigación en enfermedades neurodegenerativas.

El mecanismo que describen comienza por desmontar una idea que hasta ahora se daba por buena: el envejecimiento de las células madre va asociado a su entorno. Es decir, se echan a perder cuando el tejido que habitan envejece. Según estudios previos de Stanford y Harvard, cuando se trasplantaban células madre viejas a tejidos jóvenes, recuperaban su capacidad regenerativa. En cambio, el equipo de la Pompeu Fabra fue más paciente y esperó hasta que los ratones eran realmente ancianos.

Al tratar de reproducir los logros norteamericanos en células madre de esa edad descubrieron que ya no era posible. Que hay un punto de no retorno a partir del cual la célula madre ya es demasiado vieja y resulta irrecuperable. “El ambiente ya no lo era todo”, resume Muñoz, “gracias a que tuvimos la paciencia de esperar, a pesar de lo caros que son los hoteles en los que se guardan los ratones”.

Y así, poniendo en duda un axioma establecido por las mejores universidades, dieron con la primera de las claves de su trabajo. A partir de ahí, se centraron en buscar qué sucedía en estas células madre desde que son jóvenes hasta que alcanzan el deterioro irrecuperable, buscando un gen que se activara y que explicara de algún modo ese punto de no retorno. Y allí apareció el gen P16, un viejo conocido de los investigadores sobre envejecimiento y tumores. Se trata de un actor asociado al envejecimiento celular desde hace años y no fue una sorpresa encontrarlo en células madre ajadas por la edad.

El siguiente paso, por lógica, fue el de silenciar a P16 para ver qué ocurría: y en efecto, cuando se impedía actuar a este gen, las células madre musculares no sufrían ese dramático declive a partir de los 28 meses, en la senectud del ratón del laboratorio. Es decir, pueden regenerarse por muy ancianas que sean, señalando el camino para muchos campos de la medicina regenerativa muscular. “Eso es todo”, zanja humilde Muñoz, líder de un estudio que cuenta con el trabajo destacado de Pedro Sousa-Victor, Antonio Serrano y Eusebio Perdiguero.

“No se habían estudiado hasta ahora estas células geriátricas”, apunta la investigadora, especializada en entender cómo funciona el músculo esquelético, que da forma a la mayor parte del cuerpo humano, para comprender cómo falla. Estas investigaciones que publica Nature se han realizado en músculos de las patas de los ratones, donde los procesos celulares son “perfectamente imitables” a los que se dan en los tejidos humanos.

Este estudio de la Pompeu Fabra va en consonancia con otros trabajos que se están publicando en estos momentos sobre las claves para la recuperación de órganos importantes. Y, por tanto, tiene múltiples lecturas de futuro. “Abre más preguntas que respuestas, muestra pasos para mejorar la regeneración en personas frágiles y dependientes como los ancianos”, reconoce Muñoz, sin dejar de insistir en que estos logros futuros “no están a un paso, están a muchos pasos, y ya se encargarán otros laboratorios”.

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