La infancia y juventud, para los más afortunados, suele estar llena de afecto: nuestros padres nos abrazaban, nos besaban todos los días antes de dormir, nos daban la mano al caminar y nos daban todo lo que necesitábamos afectivamente. Sin embargo, a medida que envejecemos disminuyen las oportunidades de recibir afecto físico, especialmente después de perder a nuestra pareja, cuando hablar de sexualidad en la tercera edad se olvida completamente, casi tanto como el contacto físico que se recibe.
Pero es en precisamente en la vejez cuando más se necesita del contacto, caricias y afecto físico pues es el momento en que nos encontramos más asustados, deprimidos y nos sentimos más solos y enfermos que nunca.
En la tercera edad es común observar a personas con deterioro psíquico, quienes parecen haber cambiado su personalidad de forma radical y, si bien parece característica de la vejez, tiene su origen en la carencia sensorial que viven, especialmente en la pérdida de movimiento, la falta de comunicación, el aislamiento social y la falta de relaciones con amigos y seres queridos.
Sin actividad corporal, no hay información sensorial ni desarrollo cerebral, por lo que la imagen corporal, la autoestima, el aprendizaje, la percepción y la consciencia del adulto mayor van disminuyendo. Por ello, entre más experiencias corporales podamos proporcionar a nuestros adultos mayores, mejor será su estado anímico y fisiológico en general.
La estimulación directa de la piel a través de caricias, contacto cuerpo a cuerpo y abrazos es un rasgo que tenemos en común la mayoría de los mamíferos pues, desde pequeños nos ayuda a estimular las funciones corporales principales como la respiratoria, circulatoria, digestiva, reproductora, nerviosa, endocrina y tónica. El contacto es la esencia de la afectividad.
Abrazar hoy a nuestros adultos mayores, tocar su mano, besarles en la mejilla les hará sentirse a sí mismos, sentirse queridos, recibir sensaciones placenteras que les ayude a comunicarse con nosotros, a tener un mejor estado de ánimo y recuperarse con energía y ganas de vivir de aquellos padecimientos que los aquejen.
El contacto físico activa el funcionamiento adecuado de todos los órganos, es el mayor productor de sensaciones, y, por ende es el mejor transformador del cerebro. Los expertos en psicología opinan que la demencia senil es resultado de una forma de vida rutinaria, carente de estímulos, y que es agravada por una serie de acontecimientos que conducen al aislamiento y la incomunicación progresiva.
Abraza hoy a tus abuelos, a tus padres, a tus adultos mayores y regálales ese afecto que tanto necesitan.
La infancia y juventud, para los más afortunados, suele estar llena de afecto: nuestros padres nos abrazaban, nos besaban todos los días antes de dormir, nos daban la mano al caminar y nos daban todo lo que necesitábamos afectivamente. Sin embargo, a medida que envejecemos disminuyen las oportunidades de recibir afecto físico, especialmente después de perder a nuestra pareja, cuando hablar de sexualidad en la tercera edad se olvida completamente, casi tanto como el contacto físico que se recibe.
Pero es en precisamente en la vejez cuando más se necesita del contacto, caricias y afecto físico pues es el momento en que nos encontramos más asustados, deprimidos y nos sentimos más solos y enfermos que nunca.
En la tercera edad es común observar a personas con deterioro psíquico, quienes parecen haber cambiado su personalidad de forma radical y, si bien parece característica de la vejez, tiene su origen en la carencia sensorial que viven, especialmente en la pérdida de movimiento, la falta de comunicación, el aislamiento social y la falta de relaciones con amigos y seres queridos.
Sin actividad corporal, no hay información sensorial ni desarrollo cerebral, por lo que la imagen corporal, la autoestima, el aprendizaje, la percepción y la consciencia del adulto mayor van disminuyendo. Por ello, entre más experiencias corporales podamos proporcionar a nuestros adultos mayores, mejor será su estado anímico y fisiológico en general.
La estimulación directa de la piel a través de caricias, contacto cuerpo a cuerpo y abrazos es un rasgo que tenemos en común la mayoría de los mamíferos pues, desde pequeños nos ayuda a estimular las funciones corporales principales como la respiratoria, circulatoria, digestiva, reproductora, nerviosa, endocrina y tónica. El contacto es la esencia de la afectividad.
Abrazar hoy a nuestros adultos mayores, tocar su mano, besarles en la mejilla les hará sentirse a sí mismos, sentirse queridos, recibir sensaciones placenteras que les ayude a comunicarse con nosotros, a tener un mejor estado de ánimo y recuperarse con energía y ganas de vivir de aquellos padecimientos que los aquejen.
El contacto físico activa el funcionamiento adecuado de todos los órganos, es el mayor productor de sensaciones, y, por ende es el mejor transformador del cerebro. Los expertos en psicología opinan que la demencia senil es resultado de una forma de vida rutinaria, carente de estímulos, y que es agravada por una serie de acontecimientos que conducen al aislamiento y la incomunicación progresiva.
Abraza hoy a tus abuelos, a tus padres, a tus adultos mayores y regálales ese afecto que tanto necesitan.